viernes, 28 de junio de 2013

LA MESA DE LOS TRES REYES

-Pico Hiru Erregeen Mahaia, 2.444m.-

Cuatrocientos kilómetros después, justo antes de llegar al refugio de "Linza", justo en ese instante, un escalofrío recorrió mi cuerpo mientras conducía. Y un grito interior inundó el audi A4 ranchera en el que íbamos Héctor, Pachi, Victor y yo... ¡anda, las botas!.

Un silencio inundó el habitáculo, nadie se podía creer que me pudiera haber dejado las botas de montaña... ¿dónde co*+?es pensaba que iba?. Pues tan cierto como tragicómico, me había dejado las botas de montaña en casa.

En ese momento por la cabeza nos pasaba cambiar de planes, un trekking o alguna aventura de nivel dominguero, compatible con mis zapatillas de running.

Pero nuestra suerte iba a cambiar en el refugio de Linza, la muchacha que regenta tal posada buscó en su caja de objetos perdidos, y... voilá, unas botas del 41 aparecían entre toda la basura. Parecían mías de toda la vida, se adaptaban como un guante a mis pies.

-Refugio de Linza-

La aventura retomaba su carácter de "épica".

El Hiru Erregen Mahaia nos esperaba a sus 2.444 m. de altura. Pero antes había tiempo para una pequeña caminata para reconocer los alrededores y practicar un poco de escalada.
La experiencia sobre la piedra caliza fue agradable, incluso subir y bajar por la pared parecía fácil.


 -Victor, Héctor y Pachi-
-Excursión por los alrededores de Linza-

Tiempo para una cena ligera a base de pasta y fideos de arroz deshidratado, cocinado por los chefs Victor y Héctor (cooking pesadi).

-Cooking pesadi-

La mañana siguiente amanece a las 6:30 a.m. y una luna llena nos da los buenos días. Tenemos mucha suerte porque el desayuno es realmente completo, zumo, café, galletas, tostadas, mermelada, mantequilla... un montón de energía para preparar los 18 km. que nos esperan.

 -Full moon party-


Arrancamos la marcha a las 7:30 a.m. un poco tarde según los expertos montañeros, a mi me parece prontísimo.
Empezamos a caminar sobre verdes praderas, rodeados de vacas. Tenemos la suerte de no cruzarnos con ningún rebaño de ovejas y sus P.D.R. (perros de protección de rebaño, también conocidos como mastines). Los primeros kilómetros se hacen muy llevaderos, el suelo es blandito, y alternamos con roca  caliza desmenuzada.

 -Ojo con los P.D.R, son mastines con estudios-

-Héctor en la encrucijada de caminos-

Hasta prácticamente los 2.000 m. de altitud no aparece la nieve. Una nieve dura que nos permite avanzar tranquilamente, gracias a la huella marcada por montañeros que el día anterior habían subido en romería hasta la cumbre.
Un poquito más arriba la pendiente nos obliga a colocarnos los crampones y a sacar los piolets. Seguimos avanzando sin problemas. En un momento dado, antes de la primera trepada del día, Héctor pierde su piolet, pero es lo suficiente hábil para bajar a por él, cogerlo y volver a subir en un tris, como si nada (yo hubiera dicho adiós a la herramienta).
Una primera trepada a modo de práctica de los 100m. de desnivel que nos encontraríamos más adelante.


 -Momentos de crampón y piolet-
-Trepaditas con ambiente-

Seguimos ascendiendo, el día es increíble, soleado, con temperatura muy agradable. Apenas nos cruzamos con gente, es lunes. Un vitoriano nos saluda a su bajada (es fiesta en su pueblo y tiene a la novia enferma en la volkswagen california, él no se iba a quedar de miranda...).
A 100m. de la cumbre llega la hora de la verdad, abandonamos las mochilas entre dos rocas para poder trepar mejor hacia la cumbre.
Lo más peligroso son los desprendimientos de piedras, al ser cuatro nos agrupamos de a dos, y comenzamos el ataque a la cumbre.
30 minutos después, conseguimos llegar a la cima. Allí nos espera San Javier, el castillo de Javier y unas vistas de los Pirineos increíbles.

 -100 m. de trepada nos separan de la cumbre-
-San Javier, impasible al visitante-

Estábamos en la cima de "La mesa de los tres Reyes". La felicidad nos invade, foto de rigor y un pensamiento en la cabeza... ¿cómo co*o vamos a bajar de ahí? jajaja.

 -Cumbre homologada con la bandera arandina-
 -yo estuve allí-


Muy tranquilamente, comenzamos a descender, muy despacio, seguros en cada paso. Por fin volvemos a lugar donde habíamos abandonado las mochilas. Es buen momento para comer y pensar en lo que habíamos logrado.

Y nada más y nada menos que habíamos alcanzado la cumbre más alta de los Vascos (no me digáis por qué, que aun no lo entiendo,  es la cumbre vasca más alta, aunque esté en Huesca).
Ocho horas después, estábamos de nuevo en el refugio, llegó el momento de despedirme de mis botas prestadas, la aventura había finalizado.

Nunca olvidaré aquellas botas...

-Nunca os olvidaré...-